Imagine por un momento al planeta como un ser vivo. Más específicamente, un ser vivo acosado por una enfermedad que es el cambio climático. Durante años, la comunidad científica ha estado investigando cada uno de los síntomas causados por esta enfermedad. En los últimos meses, varios estudios han señalado una condición poco visible pero extremadamente preocupante: el debilitamiento del sistema circulatorio global. Es decir, de las grandes corrientes oceánicas que regulan el clima terrestre. Cada vez más estudios sugieren que la circulación del Océano Atlántico (AMOC) podría estar al borde del colapso. ¿Pero qué significa este fenómeno? Y, sobre todo, ¿qué implicaciones tendría para el resto del planeta?
La hipótesis del «colapso» divide a los expertos, algunos de los cuales señalan que los modelos predictivos aún no son lo suficientemente sólidos.
A continuación, las claves para entender el potencial colapso de la gran corriente oceánica del Atlántico, cuándo podría ocurrir y, sobre todo, sus implicaciones para el resto del planeta.
Dado que las corrientes oceánicas transportan grandes flujos de agua caliente y fría de un extremo a otro del mundo, estos sistemas se consideran uno de los grandes ‘reguladores’ del clima terrestre. Sus variaciones afectan, por ejemplo, a la formación de hielo marino en el Ártico, la humedad en la atmósfera y la formación de sistemas atmosféricos en varias regiones del planeta. Todo esto, a su vez, también influye en la frecuencia e intensidad de las precipitaciones en áreas como España y el Mediterráneo.
El funcionamiento de estas arterias oceánicas está siendo alterado cada vez más debido a los diferentes impactos de la crisis climática. Por ejemplo, el deshielo de los polos está introduciendo agua dulce en la corriente del Atlántico Norte, lo que diluye los niveles de salinidad normales y altera la densidad del agua superficial, afectando el funcionamiento normal de esta corriente. También se han observado alteraciones debido a cambios en los patrones de viento, temperaturas inusualmente altas del agua y eventos climáticos como El Niño y La Niña. Estos fenómenos son causados por la crisis climática, la emisión excesiva de gases de efecto invernadero y el calentamiento global.
La comunidad científica ha estado advirtiendo sobre el mal estado de salud de la gran corriente del Atlántico durante años. En 2018 se informó que este sistema se estaba debilitando. En 2020, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) afirmó que este sistema se había desacelerado en las últimas décadas. Un estudio de mediados de 2023 sugirió que, de continuar así, esta corriente podría colapsar en las próximas décadas. Otra investigación reciente indicó que podríamos estar cerca de un colapso inminente de esta arteria oceánica. Sin embargo, esta hipótesis divide a los expertos, ya que algunos respaldan la alerta mientras que otros consideran que los modelos climáticos aún no son lo suficientemente sólidos para hacer una predicción tan categórica.
Un estudio de la Universidad de Dinamarca liderado por Susanne Ditlevsen sugiere que, de continuar así, la corriente oceánica del Atlántico podría colapsar en 2057, en poco más de treinta años. Por otro lado, un modelo climático de la Universidad de Utrecht publicado recientemente en ‘Science Advances’ estima que el colapso podría ocurrir en los próximos cien años. La última gran revisión del panel de expertos de las Naciones Unidas afirma que hasta ahora hay señales claras de debilitamiento en esta corriente, pero por ahora parece «muy improbable» que colapse durante el siglo XXI. Otros organismos como la Oficina Meteorológica del Reino Unido están en la misma línea.