El cambio climático ya no es solo una amenaza para el futuro, sino una realidad evidente que está causando estragos en la población. Grandes zonas de España se están desertificando, el agua escasea en algunas regiones y las olas de calor son cada vez más intensas, largas y frecuentes.
Esta situación plantea dos posibles acciones, ambas compatibles. Por un lado, detener el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto requiere medidas a nivel global y un cambio en el modelo de producción y consumo que no todos están dispuestos a aceptar. Por otro lado, se propone el establecimiento de refugios climáticos como medida para mitigar los impactos en la salud.
Los refugios climáticos se pueden entender desde una perspectiva geográfica y arquitectónica. Desde un punto de vista geográfico, son aquellas regiones donde las condiciones climáticas seguirán siendo adecuadas para la habitabilidad y la agricultura, a pesar del cambio climático. En este sentido, se identifican varias regiones de España como posibles refugios climáticos. Sin embargo, un cambio drástico en las emisiones de gases de efecto invernadero podría alterar positivamente este escenario.
Desde una perspectiva arquitectónica, los refugios climáticos consisten en infraestructuras que protegen a los ciudadanos de los efectos adversos del cambio climático, como transformar casas, crear lugares climatizados y bien aislados, y establecer refugios urbanos. Algunas ciudades, como Barcelona, ya cuentan con una red de refugios climáticos disponibles para los ciudadanos, especialmente los más vulnerables.
En resumen, el cambio climático ya está causando estragos en la población, pero se pueden tomar medidas para detenerlo y establecer refugios climáticos que mitiguen sus impactos en la salud y la habitabilidad de las zonas afectadas.