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Desafiando el colonialismo climático

Desafiando el colonialismo climático

 

Cambiar las reglas de este sistema es imposible sin intervenir en el corazón mismo de la logística del capitalismo fósil, afirman los activistas.

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Un grupo de activistas climáticos también bloqueó múltiples entradas a una refinería de Shell, en la ciudad de Wesseling, cerca de Colonia, que había sido sede de un depósito de petróleo de 450.000 litros.

Una pancarta se extendía sobre el río Rin.

“Aquí: Beneficios. En otros lugares: asesinato, expulsión, contaminación, destrucción”. Otro cartel llamó la atención sobre la lucha de larga data de grupos indígenas como el pueblo ogoni, cuya feroz resistencia contra los crímenes ambientales cometidos por Shell en el delta del Níger fue recibida con fuerza y dejó cientos de muertos y treinta mil desplazados.

En la ciudad de Heidelberg, en el sur de Alemania, activistas bloquearon la sede de HeidelbergCement (HC), el segundo mayor productor de hormigón del mundo.

En solidaridad con los compañeros activistas en Indonesia que luchan para salvar el Montañas Kendeng Desde una fábrica de hormigón proyectada por HC, cementaron sus pies frente al edificio.

HC no sólo está involucrada en graves violaciones de derechos humanos, sino que la industria del cemento también es responsable de 6 por ciento de las emisiones globales de carbono y, por lo tanto, una de las «industrias invisibles» dañinas, han recibido hasta ahora relativamente poca atención por parte del movimiento climático.

Cambio

El fin de semana marca un cambio bienvenido dentro de la dinámica del movimiento climático alemán, que recientemente enfrentó críticas por su racismo y su enfoque selectivo en la política nacional, y parece tener cada vez más el coraje de abordar abiertamente el colonialismo y el capitalismo.

Sin embargo, centrar la justicia climática no es sólo una postura moral, sino también una opción estratégica. Como han señalado muchos teóricos de la justicia climática, es simplemente imposible abordar eficazmente la crisis climática sin prestar atención a las cuestiones sociales que permitieron su surgimiento en primer lugar.

La decisión de participar en bloqueos perturbadores a pequeña escala también habla de la frustración de una generación de jóvenes activistas climáticos que están empezando a darse cuenta de que sus voces no son escuchadas a menos que recurran a acciones directas más radicales.

Como han demostrado las campañas #StopAdani y #ShellMustFall, también existe un enorme poder en la organización transnacional que puede aprovecharse si la justicia climática, en lugar de la política nacional, se convierte en una preocupación central.

Sólo podemos esperar que las acciones de este fin de semana ayuden a inspirar la campaña transnacional sostenida y radical por la justicia climática que el mundo necesita con tanta urgencia.

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