Hacia la neutralidad de carbono para 2050, la electrificación será suficiente para algunas industrias, pero para otros sectores, como el transporte pesado o la industria, no es tan sencillo recurrir a esta solución y se deben adoptar otras alternativas.

Los biocombustibles se presentan como una opción viable gracias a tres ventajas principales:

reducen hasta un 90% de las emisiones a lo largo de su ciclo de vida en comparación con los combustibles fósiles; su naturaleza química permite aprovechar la tecnología actual; y suponen una alternativa al petróleo y al gas, facilitando la independencia energética de Europa.

Los biocombustibles de segunda generación se elaboran a partir de residuos orgánicos que no compiten con los alimentos, como aceites de cocina usados, residuos agrícolas y ganaderos o biomasa forestal.

No es necesario modificar la infraestructura de distribución ni los motores de los vehículos para su despliegue rápido.

En España, los combustibles que utilizamos en los motores diésel y gasolina de coches y camiones ya incorporan un porcentaje de estos combustibles sostenibles, y este porcentaje debe aumentar hasta alcanzar el 12% en 2026.

Cepsa, dentro de su estrategia Positive Motion, busca ser un actor protagonista en la transformación del sector mediante la producción de biocombustibles renovables.

Además, se ha convertido en la primera empresa en comercializar biocombustibles en cinco de los principales aeropuertos españoles.

Estos biocombustibles también se están probando en el sector marítimo y ferroviario, con el objetivo de avanzar en la transición energética y abordar desafíos ambientales de manera efectiva.